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Las manos del Arte: La alfarería

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La arcilla, el agua y el fuego se combinan desde hace milenios para dar lugar a toda clase de objetos cerámicos ya sea con una función práctica o meramente decorativa.

Su vigencia a lo largo de la historia, nos habla de una técnica artística que ha sobrevivido a la industrialización sin apenas modificaciones.

En un pequeño taller de la calle Alfarería, del emblemático barrio sevillano de Triana, como todos los días, desde hace 27 años, este maestro alfarero trabaja el barro con sus manos, especializado en la cerámica tradicional.

El proceso se inicia con la preparación de la materia prima. Una vez amasado el barro, pone manos a la obra.

La invención de la rueda propicia la introducción del torno, en el II milenio antes de Cristo.

Esta herramienta está formada por un gran disco de madera que funciona como volante y que el alfarero acciona con el pie. Esta parte gira sobre un perno al que va unido un disco de menores dimensiones sobre el que se coloca la arcilla a modelar.

Actualmente, el torno es eléctrico, pero su mecanismo es el mismo. Es en esta operación donde se aprecia la habilidad del maestro que trata con delicadeza el material en un abrazo artístico del que resultan verdaderas obras de arte. En todo momento se ha de controlar el punto de dureza del material para evitar que la pieza se venga abajo.

Hasta aquí, la fase de modelado, pero, como di ce Antonio, el maestro, lo importante no es saber meter los puños y levantar el barro, sino hacerlo con sensibilidad y juicio estético.

Las buenas piezas de cerámica se distinguen por su equilibrio, por la pureza de sus formas.

Una vez obtenida la estructura básica de la pieza, de superficie lisa, el alfarero comienza su decoración, valiéndose de nuevo únicamente de sus manos y de unas pequeñas herramientas.

Se pueden hacer incisiones de grosor variable, pliegues, arrugas, agujeros, y añadidos de diversas formas, que constituyen un amplio catálogo de recursos decorativos, cuyo único límite está en la imaginación del artesano. Los objetos no redondos, se pueden hacer con moldes de yeso.

Antes de pasar al horno, la masa adquiere consistencia y estabilidad, que evitará que la pieza se deforme durante la cocción.

Recibirá todavía un tratamiento de impermeabilización, antes de la cochura, que se puede hacer, bien por presión, en un proceso que se denomina bruñido, o bien mediante la aplicación de una arcilla depurada, barniz u óxido…

Tras las caricias del maestro… llega el momento de recibir el beso del fuego…

El tiempo de cocción es de 8 horas.

Una vez cocida, la pieza recibe el nombre de bizcocho; se trata de un producto cerámico sin decoración de color o pintura aplicada.

No obstante, si se desea la pieza puede recibir un baño de esmalte, o ser coloreada con distintos óxidos, que tras la segunda cochura darán colorido a la pieza.

Lo que empezó como una necesidad doméstica para almacenar y cocinar, se ha convertido hoy en día en una actividad artesanal muy demandada. Antonio, nuestro anfitrión, lleva en las manos una tradición milenaria; con ellas es capaz de sacar de las entrañas de la tierra y el agua estas maravillas, cada vez más cotizadas.

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